viernes, 15 de enero de 2010

Universidad y formación docente

Hace pocos días, el Ministro de Educación y ex Rector de la UMSA ha anunciado que la nueva legislación educativa del país establecerá que en las escuelas y colegios sólo podrán dar clases profesores formados en las normales. Es de esperar que tal propuesta sea sometida a un amplio debate, en el que participen, además de profesores y normalistas, docentes y universitarios, especialmente de Humanidades y Ciencias de la Educación, Ciencias Puras y Naturales y Arquitectura y Artes.

El debate no es nuevo, es producto de un largo divorcio entre profesores normalistas y profesores universitarios. A inicios de este siglo XXI, parecía que por fin se produciría una integración con la fusión de normales y universidades, pero, por razones políticas, un proyecto que iba en buen camino quedó trunco.

Bolivia es uno de los pocos países en los que la formación de docentes no está en manos de universidades; en los pocos países donde funcionan normales, éstas forman profesores para los ciclos primarios. La formación de profesores del nivel secundario es tarea de las universidades.

Si bien la Reforma Educativa de los 90 tuvo errores, una de sus virtudes fue exigir título de licenciado o superior para enseñar en las normales y abrir a las universidades la posibilidad de integrarse en el proceso educativo de colegios y escuelas. Eso posibilitó la multiplicación de ofertas de cursos universitarios a profesores y muchos profesores que hoy tienen también su título universitario.

De tal manera, a pesar de anunciarse el aumento de años de formación en las normales de tres a cinco, una medida como la anunciada por el Ministro, en lugar de ser un cambio, sería un profundo retroceso. Sería volver a los años 70, cuando en las normales sólo podían enseñar normalistas, lo mismo que en las escuelas, evitando el fundamental diálogo de saberes. Así, en las normales, ni Heidegger podría enseñar Filosofía; ni García Márquez, Literatura; ni Einstein, Física.

Nadie niega que en la formación docente deben existir materias pedagógicas y didácticas, que una cosa es la historia y otra la enseñanza de la historia; pero tiene la misma importancia la formación científica, estar al día con los avances científicos. No puede seguir existiendo el divorcio entre el químico y el profesor de química, o entre el lingüista y el profesor de lenguaje. Por supuesto que si un químico quiere enseñar química en un colegio, debe formarse en pedagogía, pero a la vez el profesor, formado en materias pedagógicas, debe tener conocimiento de la química. Por eso no es tan importante ampliar años de estudio, sino cambiar los contenidos, las metodologías de enseñanza y el perfil de los formadores de profesores, así como los textos. Debe existir una integración entre lo que se enseña en normales y en universidades. Basta citar que todas las universidades se ven obligadas a dar lenguaje en sus cursos básicos, por la pésima formación con la que llegan gran parte de los bachilleres.

Es hora de que profesores normalistas y profesores universitarios actuemos conjuntamente en un profundo diálogo de saberes. Las universidades deben permitir la continuación de los estudios de los formados en normales, previa integración de los contenidos, así como se debe permitir que profesionales universitarios ejerzan la docencia, especialmente en secundaria, previa la formación en materias pedagógicas.

Una decisión como la anunciada debe salir de un diálogo, y sobre todo de una profunda investigación que constate qué tipo de docente requiere el país y su relación con el desarrollo científico.

fuente: laprensa

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